N. 3 / 21 de mayo 2022
Las calaveras de The
Economist
En los últimos días opinólogos del mundo y varios medios de prensa, han destacado la llamativa portada de la revista británica The Economist, cuyo título “La catástrofe alimentaria que se avecina”, ha hecho brincar las alertas por el escenario apocalíptico que presagia para la humanidad.
Al ver la fotografía lo primero que se me vino a la mente, fue la historia relatada en el Antiguo Testamento, cuando el Faraón de Egipto mandó llamar al humilde José para que le interpretara sus sueños:
“Faraón sueña con las vacas y con las espigas — José interpreta los sueños como siete años de abundancia y siete de hambruna — José propone un programa de almacenamiento de grano” — Génesis 41, Antiguo Testamento.
El confinamiento mundial que provocó el covid-19, hizo cerrar muchas empresas e industrias que exportaban o importaban mercancías. Los puertos bajaron al mínimo sus operaciones, porque la circulación de barcos y contenedores era muy poca. En muchos de los grandes puertos del mundo, quedaron miles de cajones que una vez descargada las mercancías, ya no fueron cargados de vuelta y se fueron acumulando vacíos, uno sobre otro. Al bajar el volumen de contenedores en uso, se incrementó el costo de los fletes marítimos.
El mundo apenas se comenzaba a sacudir los efectos de la pandemia, y ahora revienta la guerra Rusia-Ucrania. Al principio la reacción normal es pensar que “eso es muy largo, y nosotros no tenemos nada que ver”. La verdad es que, para bien o para mal, el hecho de vivir en un mundo comercialmente interconectado, hace que el resto de la humanidad sea víctima colateral, de lo que ocurre en lugares que imaginamos muy remotos, pero que en la realidad, no lo son tanto.
Lo que está pasando en Europa es la foto de lo que estaría sucediendo en América.
OJO A LOS GRANOS Y CEREALES.
Estados Unidos, Japón, y varios países de la Unión Europea, han hecho un cerco en torno a Rusia, bloqueándolo económicamente y obviamente obstaculizando el intercambio de mercancías, (lo que entra y lo que sale) algo así como, no le compre, no le venda.
Ucrania es llamada el granero de Europa y junto a Rusia, suministran el 28% del trigo que se comercializa en el mundo, el 29% de la cebada, el 15% del maíz y el 75% del aceite de girasol. Rusia no deja salir los granos que están almacenados en los depósitos ucranianos. [1]
[1] El alivio inmediato para el comercio de granos seria romper el bloqueo del Mar Negro: en este momento, en Ucrania hay atrapadas casi 25 millones de toneladas de maíz y trigo, el equivalente al consumo anual de todas las economías menos desarrolladas del mundo. he Economist el 19 de mayo de 2022. https://www.economist.com/leaders/2022/05/19/the-coming-food-catastrophe
Los cereales son commodities que aparte de usarse para producir alimentos procesados, también sirven de alimento para animales, biodiesesl y biocombustibles. [2]
[2]
La cría de
animales y ganado, además, consume una inmensa cantidad de cereales. Según la
Organización para la Agricultura y la Alimentación, los cereales representan el
13% de la alimentación seca del ganado. En 2021, China importó 28 millones de
toneladas de maíz para alimentar a sus cerdos, más de todo lo exportado por
Ucrania en un año. Ibídem.
Al bloqueo marítimo y restricciones comerciales, ahora hay que sumarle escasez de fertilizantes y una sequía muy fuerte en Asia, donde India, segundo productor mundial de trigo, aplicando seguridad alimentaria a rajatabla, acaba de anunciar restricciones a sus exportaciones de trigo para garantizar la comida de 1.400 millones de habitantes. Varios países están imitando el ejemplo con restricciones a sus exportaciones de alimentos, las cuales sumadas equivalen al 10% de todas las calorías comercializadas a nivel mundial. La Unión Europea, apenas iniciar la guerra, autorizó la importación de maíz desde Argentina y Brasil, aunque los residuos de plaguicidas sobrepasen los parámetros aceptados.
En China las lluvias del año pasado retrasaron la siembra de ese grano, por lo que la cosecha actual puede convertirse en la peor en muchos años. ¿Podrán los productores de otras partes del mundo compensar la pérdida? En Europa se está dando un efecto de acopio del aceite de girasol, por temor a una subida del producto. El precio de las energías viene disparado hace rato. Los concentrados para el ganado están por las nubes a precios prohibitivos, lo que va impactar los precios de la leche y carne.
Hay un cruce de responsabilidades donde Occidente culpa a Putin por los efectos de su invasión a Ucrania, y obviamente Putin -se hace el ruso- y argumenta la crisis por las sanciones de Occidente. Digamos que una cosa suma a la otra.
Mientras tanto en el medio, países pequeñitos como nuestra Costa Rica, contempla sin mucho margen de acción, como los precios de todo comienzan a crecer. Ni hablar del precio de las gasolinas.
Todo parece indicar que por lo que resta del año, en Costa Rica el sector alimentario tendrá dos retos. El primero, junto a las cadenas de supermercados, la durísima tarea de buscar los balances necesarios para garantizar el abastecimiento en las góndolas.
El segundo, podría ser la búsqueda de oportunidades de sustitución de ingredientes, y en un destello de innovación, aprovechar una situación difícil y redescubrir en patrimonios de la dieta típica costarricense, potenciales aliados para los bolsillos y platos de nuestros hogares.
Saben mejor unas buenas tortillas, o unos spaghetti con tomate, hechos con harina de yuca, que el trigo con calacas que cosecha el camarada (товарищ) Putin.
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